miércoles, 18 de abril de 2012

NEOCOLONIALISMO Y SOBERANÍA ENERGÉTICA

Se abrió la caja de los truenos. Argentina ha decidido expropiar el 51% del capital social de YPF (hasta ahora en manos de Repsol). En Argentina están encantados con la expropiación, sin embargo, a este lado del Atlántico…

Los liberales se escandalizan: “es un golpe durísimo a la seguridad jurídica de Argentina”, “le puede pasar a cualquier inversor europeo”, “nadie va a querer invertir allí”, “Argentina es proteccionista”, “Cristina Fernández es populista…” Los patriotas se escandalizan igualmente, empezando por el gobierno español: “quien ataca a una empresa española ataca a España”. Pero ¿es  Repsol es una empresa española? Yo diría que no. Repsol no es una empresa pública y si no lo es ¿cuál es su nacionalidad? ¿la de su sede social?, ¿la de sus propietarios? Desde luego, el accionariado es diverso: CaixaBank (que es el nombre comercial del banco creado por La Caixa), la constructora Sacyr en la que los principales capitalistas son los señores Luis Fernando del Rivero Asensio, Juan Abelló Gallo, Manuel Manrique Cecilia…, Pemex (empresa estatal mejicana), el banco BBVA, el banco BNP Paribas…

Cuando una multinacional se hace  con una empresa pública o directamente con una concesión para explotar recursos naturales en cualquier país del mundo nadie dice nada. Ni del precio de compra, ni de la situación por la que atraviesa el país dueño de los recursos, ni de los oscuros intereses que muevan al vendedor (léase comisiones).

Cuando esa multinacional exporta la producción, reparte dividendos y no reinvierte, tampoco se oyen quejas.

Pero cuando un gobierno como el argentino decide expropiar (cosa que cualquier gobierno hace, por estos pagos se expropian tierras para construir grandes infraestructuras, por cierto en absoluto necesarias) a esa multinacional para evitar el desabastecimiento del propio país, tocan zafarrancho de combate. El gobierno español, que acaba de anunciar un recorte de 10.000 millones de euros en educación y sanidad, que acaba de presentar una amnistía fiscal que permita a los defraudadores una regularización con el pago de un mísero 10% de lo evadido, que dedica ingentes recursos a reflotar bancos, se apresta a defender a una multinacional de una supuesta arbitrariedad de otro país. Aparece el ministro de exteriores y el de industria para explicar que van a meter en vereda a la antigua colonia. Piden el apoyo de la Unión europea y del aliado norteaméricano.

            Por supuesto el gobierno no está solo, cuenta con toda una corte de corifeos que respalda su postura y difunde todo tipo de argumentos, desde que supone un perjuicio para la propia Argentina, hasta que es una ilegalidad que hay que reclamar en instancias internacionales, pasando por las descalificaciones de la Presidenta argentina a la que llaman populista y las propuestas de bloqueos o embargos comerciales que, quien sabe si no serán más perjudiciales para el bloqueador que para el bloqueado como ha pasado recientemente con Irán.

Por mi parte saludo la medida, con la esperanza de que siente un precedente para que todos los pueblos del mundo defiendan sus riquezas frente al poder de las multinacionales y las presiones de los imperialistas.

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